martes, 8 de julio de 2008

Abuelo de corazon y no de sangre


En el día de san Rodrigo,
El Divino dos regalos me dio.
El Ruah que mi pecho inflamo.
Y los brazos de ese hombre
que siempre me amo.

Abuelo de corazón y no de sangre,
don Manuel se convirtío.

El hombre frio y servero
en loco de amor,
por mi se transformo.
En noche de frios inviernos,
entre sus cobijas me fui a refugiar.
Y a juntar las manos me enseñaste
para al Padre hablar,
y a la madre que en tu brazo te hicistes grabar.

Un principe, me enseñaste
con paciencia y comprensión:
cuando tenia un palo, por espada;
una sabana, por capa;
y una silla, por brioso corcel,
azabache.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Dos años, en la bicicleta
a andar me demore;
y cuando esas ruedas pequeñas sacastes,
con tu mano fuerte a equilibrarme me enseñastes.
Por nuestro reino, a recorer me me llevastes.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Cuando equilibrista queria ser,
y tu vieja radio me lleve;
tus ojos ardieron y una zurra me lleve.
Pero luego tu cara voltiastes,
para que no viera,
que tus ojos inundastes.

En mañanas de verano,
mis juegos acompañastes;
en tardes de invierno,
mis tareas guiastes;
en mañanas de otoños,
camino al colegio me cuidastes.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Y cuando tuve once, callastes;
los cigarros, que no encontrastes.
Y cuando el frio calo tus huesos,
y de la cama un dia no te levantastes;
mire a ese de yeso, que a amar me enseñastes,
y lo maldije, por querer arebarate.
Mas mi mano agarrastes,
y tu boca a mi oido acercastes,
y en secreto me retastes.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Cuando en una tarde de domingo,
a construir mi barco jugaba;
la tierra comenzo a gruñir
y a tu nieto rescatastes.
De velas y sombras, esa noche se volvio;
noche de llanto de hombres,
y de recrugir de tierra.
Ni él, ni ella estaban,
cuando en una cama,
el sofa transformastes;
y tu sillón, tu eterno sillón,
en tu puesto de guardia cambiastes.
Y a pesar del miedo mi pequeña mano
acurrucastes, acurrucastes;
de tal manera que el miedo,
en tranquilo sueño, transformastes.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Septiembre era fiesta,
eran esos días, que chileno me enseñabas;
con historias de campo, que no eran cuentos,
porque habián sido tu vida.
Eran esos días,
que la espada de acero pulias,
para con presición de torero,
el novillo traspasar;
y como herrero,
el fuego comenzar.
Pintar el madero,
y pulir su cobrico extremo,
eran todo un ceremonial;
digno proemio,
para la bandera en el atar.
Bandera que me enseñastes a amar,
sin discuirsos chiovinistas,
con la campesina sabiduría de tu andar.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Un domingo, a casa te debia acompañar
¿Por que a casa, si en ella estabamos?
Era a la que ya me habias llevado,
tantas veces, que ya no recuerdo,
cuando fue la primera;
Pero que por ti reconocí,
en ella mi casa y mi refugio.
Donde estaba ese curita,
que reir te hacia,
con su simpleza campo,
cuando hablaba de un Dios, tan cercano.
A esa misma casa me acompañastes,
en la que sería tu última visita;
cuando frente al mitrado,
mi juramento testificastes;
cuando sobre la corbata,
el madero colgaba
y debajo la medalla
que de tu amada guardabas.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Amar, amar, amar,
eso me eseñastes.
Amar y perdonar,
eso profesaste,
mi viejo cascarabias.
Viejo de corazón duro,
Viejo de corazón frágil.
Que el egoismo siempre despreciastes.
Cuanta verguenza tendrias,
de lo que tu familia, sin ti se convirtió.
No dimos la talla, del padre,
no dimos el porte, el pequeño gigante.
Porque sin ti se atrevieron, a envenenarme.
No entendierón que amar, es renunciarce,
y a mi que lo aprendí,
combatierón hasta acabarme.
No entendieron que se ama,
con el corazón y no con la sangre

Abuelo de corazon y no de sangre.

Y me acuerdo de ése amigo, que tanto querias;
que en tres lunas completas te antecedio.
A ése que tanto gusto, te daba
que fuera a vivitar.
A ése, que el tus últimos días,
esperabas a almorzar.
Ay abuelo, Ay abuelo,
la falta que los dos me hacen.
Que desprotegidome siento desde
que los dos se fuerón.
Como ansio en tus brazos
poderme refugiar, como cuando era un niño.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Cuando ya eras viejo, muy viejo,
asi me permitiste, y solo a mi llamarte.
Te acuerdas cuando casaca y abrigo intercambiamos,
y todos como locos nos miraron.
Te acuerdas de esas tardes de verano,
cuando fuentes de habas nos alimentaron.
Te acuerdas de las fiestas sorpresas,
con quea los nuestros esperabamos.
Te acuerdas de nuestros secretos de hermanos,
por eso te queria cien años a mi lado.

Nunca te importo,
con quién compartir mi corazón.
el egoismo nunca en tí conocio razón:
tu tiempo, era tu tiempo;
tu casa, era tu casa;
tu familia, era tu familia;
pero siendo tuyos,
nunca negarlos fue tu convicción,
por que el egoismo, nunca fue tu razón.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Cuando los otros co pecados,
con sus bocas discursiaban;
con el gesto de tus ojos
de ellos te mofastes;
no necesitates de tratados de teología,
para conocer el mensaje de tu maestro.
Compartiendo con Él Rey su oficio,
te doctorastes en amor y compasión;
y tus propias crias, no entendierón
la simpleza de dicha acción.

El sigilo fue tu tesoro,
jamás los secretos traicionastes,
en eso al enseñarme, te equivocastes;
los que crei mis hermanos,
tratarón de doblegarme,
y mis secretos revelaron
tu grandeza, desconocian.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Una tarde de domingo,
en la fiesta de san Gilberto;
el Señor, te vino a buscar.
Tres veces te vi llorar;
cuando me dijistes
que era un hombre ya,
y que a tu amada
querias ir a buscar.
Cuando tu hijo mas querido,
al cielo fue a dar.
Y cuando, cuando
en tu último liento
y con tus últimas lagrimas,
tu amor me dejastes;
y yo, yo fui el que se puso a llorar.

Abuelo de corazon y no de sangre.

Hijo de mi madre
e hijo de mi padre,
soy como cualquier otro.
Y aunque e me había olvidado
Por Gracia y Voluntad de Dios
Nieto de don Manuel,
nieto del corazón y no de la sangre,
eso es lo que soy.

Andres Ramirez Sanchez.

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